Riego con agua de mar

Cuando hablamos de agua solemos dar por sentado que hablamos de agua dulce, cometiendo el gravísimo error de marginar al agua de mar, que es el 97% del total del agua en nuestro planeta. Hay que entender que el hecho de tener el agua de mar en un puesto tan relegado en la escala  de las aguas de las que hacemos uso, viene dado por una serie de prejuicios mal concebidos que tenemos respecto a nuestro más abundante recurso: que no se puede beber, que no se puede usar sin tratar, que no sirve para regar y muchos otros. Todas estas afirmaciones tienen a priori una buena base argumental, pero si se estudia el tema con más detenimiento, se analizan todas las posibilidades de uso (comemos petróleo, p. ej.) y se hacen todas las pruebas correspondientes,  se ve entonces que es una tremenda estupidez no darle la importancia y el valor que tienen la infinidad de usos y propiedades del agua de mar. Más en esta época en que se hace imprescindible innovar y ser más esmerados en la administración de nuestros recursos naturales.

Si observamos cuál es la cantidad de agua dulce de que disponemos y cómo la gestionamos, comprobamos una serie de datos que son cuanto menos preocupantes. El agua dulce sólo es el 3% del total; y de ésta sólo tenemos acceso a un 0,06% aproximadamente, porque el resto se encuentra entre glaciares, acuíferos profundos, tierras heladas y atmósfera. El 70% de la poca agua dulce de que disponemos la consume el riego, el 20% se lo llevan los procesos industriales y tan sólo un 10% se aplica al consumo doméstico. Al ver estos números llama la atención la gran cantidad de agua que se consume para poder regar y la poca que necesitamos a nivel doméstico.

El riego es sin duda una de las grandes asignaturas pendientes de la humanidad, pues el aumento constante de la demanda de alimentos debido al creciente incremento de la población, y el hecho de que la temperatura del planeta asciende progresivamente  propiciando sequías, y por ende, la falta de producción de alimentos, hace que debamos empezar a actuar ya en consecuencia con los cambios que estamos experimentando. El gran cambio que estamos impulsando desde Aqua Maris y otras muchas organizaciones, es que al agua de mar se le otorgue la categoría que merece, no solo la de agua potable (que lo es o puede serlo) sino también la de mejor complemento mineral y mayor recurso hídrico de nuestro planeta. Pero para llegar hasta aquí debemos ir desmintiendo de manera empírica todos los supuestos que hay en contra del agua de mar. Y aun así, conseguir que sea aceptada y empleada por la mayor parte de la sociedad supondrá una cantidad de tiempo y esfuerzo colosal.

Llevamos años investigando el riego con agua de mar y la falta de recursos hace que la tarea se alargue y se complique mucho más de lo deseado. Pero donde falta el dinero abunda la voluntad y el ingenio, con lo que a pesar de nuestros precarios recursos hemos logrado unos resultados más que notables.

Principios básicos

Si observamos la naturaleza con detenimiento y perspectiva podemos ver que nos está dando la clave en el asunto del riego. Nos muestra, en efecto, cómo montes y praderas sostienen su verdor sin necesidad de lluvia incluso durante meses. No ocurre lo mismo con los ajardinamientos que tenemos en casa o con los campos de los agricultores en los que una semana o quince días sin riego son nefastos para según qué cultivos. La clave está en la tierra, en las capas freáticas y los acuíferos que atesoran y administran el agua con la mayor eficiencia, guardando cada gota de lluvia y repartiendo el agua por las cuencas subterráneas de los ríos, regando indirectamente desde la montaña hasta el mar. Pero el riego (desde arriba) es el método que la humanidad ha adoptado para hidratar y así dar vida a las plantas, imitando el modelo que tenía más a la vista: la lluvia. A lo largo de la historia la experimentación siempre se ha orientado por la premisa de que el agua tenía que venir de arriba, con lo que la línea ha ido siempre en la misma dirección. Y claro, como no podía ser de otra manera, la mayoría de intentos que se han hecho para regar con agua de mar han sido con el modelo general de riego, de arriba hacia abajo, con las nefastas consecuencias de quemar las plantas. Y si éstas aguantaban el agua de mar, con el tiempo el terreno quedaba saturado debido a la alta acumulación de sal, quedando así muerto e inservible para cualquier cultivo.

Desde siempre el mar ha regado las zonas cercanas a la costa, adentrándose bajo tierra (puede llegar a kilómetros) y manteniendo siempre húmedo el subsuelo, haciendo el mismo trabajo que los acuíferos de los ríos, con la única diferencia de ser agua de mar.

Hay otra situación que se da en la naturaleza donde vemos que especies vegetales no catalogadas como halófilas (o halófitas) son regadas únicamente con agua de mar. Hablamos de los típicos islotes que podemos ver en innumerables fotografías, en los que si bien nos fijamos, forzoso será concluir que toda la vegetación que tienen se sostiene con el riego que le proporciona el mar. Las plantas con una mayor capacidad para aprovechar el agua de mar se encuentran en las zonas más cercanas al mar, mientras que las otras se encuentran más al centro y en zonas más elevadas, aprovechando la continua humedad subterránea que le proporciona el agua de mar.

Concluimos pues, que los dos modelos que consideramos más eficientes para regar con agua de mar y con los que intentamos guiar nuestras investigaciones son los que nos muestra la naturaleza: creando una capa freática con agua de mar para mantener el subsuelo siempre húmedo o adaptando las plantas a la salinidad del agua de mar (como puede ser la acelga), cultivándolas en un suelo que tenga la capacidad de drenar el exceso de sales.

           

Experimentos

No somos los únicos que hemos trabajado en la experimentación del riego con agua de mar. Desde los monjes carmelitas de Sestao, que ya en el siglo XVII habían obtenido excelentes resultados en el cultivo de todo tipo de vegetales en terrenos arenosos con agua de mar (descargar pdf), hasta en los yermos campos de Eritrea, donde el cultivo de la Salicornia ha convertido la región en un auténtico vergel (ver vídeo aquí).

Nuestras experimentaciones están principalmente enfocadas al sistema de riego freático, con lo cual nos ocupamos más de entender el comportamiento del agua y los minerales bajo tierra, que del tipo de plantas que cultivamos.

Primer jardín regado exclusivamente con agua de mar

Éste es un jardín creado en 2006 con los principios básicos de riego mediante capa freática. En los 7 años que lleva, siempre se ha mantenido verde.

Se trata de la demostración más evidente de que realmente se puede usar el agua de mar para riego de cultivos o jardines. Aún falta mucho por conocer y experimentar, pero con esto hemos conseguido deshacernos del mito de que el agua de mar mata las plantas. Lo importante es aprender a utilizarla y conocer el funcionamiento que tiene en distintos tipos de terreno.

Jardín escalonado

Dispositivo de 3 niveles para comparar el rendimiento de una misma especie a diferentes distancias del agua, para demostrar que lo más importante no es la planta, sino el terreno.

En esta prueba pudimos observar que el mismo tipo de semilla de rúcula experiemtaba crecimientos totalmente distintos según el nivel. Hay que añadir que lo más sorprendente de todo fue que el sabor cambiaba en función de la distancia al agua de mar.

Bidón de arena cultivable

Dispositivos hechos con un bidón de plástico de 1000 litros cortado por la mitad. Con esto pretendemos hacer un sistema de riego para zonas desérticas con el mínimo coste posible. Los bidones únicamente contienen arena de playa y una entrada de agua de mar.

Experimento con el terrario de metacrilato

Se trata de un terrario cerrado herméticamente con agua de mar, arena de playa y dos centímetros de tierra fértil en la superfície.

El agua de mar que hay en el fondo humedece todo el terreno. Gracias a la evaporación, en el techo del terrario se condensa una gran cantidad de agua, lo que produce una lluvia diaria de agua dulce a partir del agua de mar evaporada. Esto permite conseguir un riego permanente y un alto nivel de humedad.

Se ha mantenido cerrado durante cinco años y hoy todavía mantiene algunas pocas plantas con vida.

   

Riego con agua hipotónica

Cuando hablamos de agua hipotónica hacemos referencia a una mezcla aproximada de entre un 2% y un 10% de agua de mar en agua dulce. Este tipo de riego lo estamos realizando entre una y dos veces por semana en plantas regadas normalmente con agua dulce de la red.

El objetivo es remineralizar el terreno y aportarle a la planta la variedad de minerales que ofrece el agua de mar, evitando en todo momento una sobresaturación de sales. Por el momento los resultados están siendo muy buenos: incluso algunas plantas que estaban decayendo se han recuperado.

 


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